sábado, 9 de marzo de 2013

A la Memoria de Jaime Alberto Roquebert Torchia. 24 de febrero 1939 - 7 de marzo de 2013. Se nos ha adelantado en el camino a la eternidad el tronco de nuestra familia, Jaime Alberto Roquebert Torchia. Hijo de Lucia y Luis Roquebert. Hermano de Rogelio y Luis Carlos. Esposo y enamorado de Margarita (Su Chinita) Padre de Lucy, María, Jaime, Ana y Jorge. Abuelo de Enrique, Santiago, Tyler, Isabel , Ana Lucía, Eduardo, Helene y Sebastián. Con la alborada del 7 de marzo y la brisa del norte de este extraño verano, se encendió en el firmamento el ascenso de su estrella. Su cara reflejando ese semblante jovial, amigable y fraterno que siempre regalaba a todo el que lo rodeaba. Vivió como el hombre extraordinario que siempre será, no puedo conjugar en pasado su ejemplo, aún es muy temprano y sentimos la tibieza de sus palabras, hoy nos aferramos a tantos recuerdos de su grandeza para mitigar su partida inesperada y sorpresiva. El Cáncer terrible y traicionero lo acecho hasta quitarle el aliento vital y la salud física, pero nunca pudo derrotar su espíritu y su lucidez, que hasta el último momento lo mantuvo pendiente de todos, como siempre lo hacía. Hijo de Lucia y Luis, que combinación, una mujer tenaz y perseverante, de una fina y elegante ironía dueña de la última palabra y un hombre culto, de una sabiduría especial e inusual, casi enciclopédica, cautivador con todo lo que sabia y lo mucho que compartía. Don Jaime heredo de ellos lo mejor. Entre otras cosas el amor inmenso por su familia y esa capacidad inagotable de entrega hacia todos. Jaime Alberto Roquebert Torchia, Institutor de la generación del 57, aguilucho siempre, fruto de una época y de los ideales que moldearon su generación, siempre preocupado por los destinos de la Patria que tanto amo. Esos ideales que inflamaron su pecho y cuyo calor siempre transmitió a sus hijos y nietos. Estoy convencido que su amor por esta tierra lo hizo convertirse en geólogo, para recorrer así cada pedazo de su geografía y reconocer por asociación los nombres de las personas que habitaban este su país, recordando fechas, lugares y circunstancias, para luego entregárnoslas en sus memorias. Por eso se enamoro de la Cordillera, allí entre Hato Chamí, Cerro Escopeta y Cerro Colorado, donde habita el sonido del Caracol, que inmemorial llama al canto del viento y a la Balsería. También recorrió el mundo, como muy pocos han tenido la oportunidad de hacerlo y de cada viaje que hizo nos trajo la historia de cómo somos y cómo podemos llegar a ser. De allí esa capacidad de tolerancia y respeto por los demás que lo marcaba como una persona singular y diferente. Lector insaciable, maestro siempre, si tuviese la oportunidad de leer todo lo que el devoró con su ojos y proceso con su inteligencia clara, tendría que cambiar la capacidad de mi disco duro a varios Terabites y aumentar la velocidad del procesador a capacidades pocos usuales hoy por hoy en las personas. Fue Constituyente en 1972, y luego se hizo jurista, de los mejores allí en donde los hay buenos. Vivió como pensaba, dejando un legado inmaterial de honestidad y honradez a prueba del ácido que hoy corroe el corazón y la mente de muchos. Ese ejemplo es la más grande riqueza que le dejo a Lucy, María, Jaime Alberto, Ana y Jorge y que reciben hoy sus nietos. Nos enseño que ser una persona honrada y honesta tiene la gran recompensa de poder dormir con la conciencia limpia y en paz consigo mismo. Amo tanto a todos los que lo rodeaban y lo demostraba en la entrega cotidiana. Su mirada orgullosa por los logros de sus hijos, la Dra. Roquebert, su abogada y Ministra de Estado Mary, el Dr Jaimito, su fisioterapeuta la Princesita Anita, Jorgito el doctorando viajero y todos sus nietos, reunidos en la mesa estarán siempre con él. Amo tanto a todos y era tan orgulloso de su amor, que cuando su Chinita pintaba sus ojos brillaban y el pedía aparecer en los créditos, por cargar los cuadros. Amo tanto y disfruto a sus nietos mayores Enrique y Santiago, que lo bautizaron Mo, y sé que solo lamentaba, en el último momento no haber tenido un poquito más de tiempo para Bailar en los quince años de sus princesitas menores, Ana Lucia y Helene. Quedan tantos y tantos recuerdos, que estoy seguro seguirán alimentando su presencia en el porvenir. Estoy seguro que su hermano Rogelio, sus cuñadas, en especial Dixie y Adolfo, sus sobrinas y sobrinos, todos sus familiares y amigos queridos lo extrañaremos. Por la Gloria Institutora, Jaime Roquebert, vivirá por siempre en nuestros corazones.

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