Anoche hasta tarde Santiago y yo, esperamos la presentación de Calle 13 en el Festival de Viña del Mar. Fue larga la espera, pero valió la pena.
Escuchamos las palabras y los argumentos, tejidos con la musica de estos jovenes artistas, que marcan un hito cultural entre el pasado y el presente, son irreverentes y valientes, porque no se ajustan al panfleto que guia las propuestas comerciales.
Me estremecen porque están en clave contra la injusticia que recorre el mundo, se hacen eco de las voces de un barrio que tiene esquinas en cualquier ciudad de mi continente.
Me conectan espiritualmente con mis raices y con mi historia, tambien con mi presente y el futuro en la mirada de mi hijo, que descubre, piensa y aprende, contrastando lo diferente, haciendo preguntas que están por encima de las probables respuestas, conociendo que hay cosas que no pueden ser toleradas, aunque la postura parezca inapropiada.
Sentado junto a Santiago, escuchando y sintiendo, advertía las emociones que muy temprano me forjaron como ser humano, ciudadano, alumbrado por las visiones de mis poetas de juventud.
Calle 13 se gano el corazón de Viña del Mar, algo vital respira, vive y se mueve en el Caribe, trepa por los Andes y corre por las arterias de nuestra América.
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