martes, 1 de marzo de 2011

La Repatriación "voluntaria" del Mal Contento

El autoritarismo no reconoce los procesos judiciales que deben garantizar derechos, la urgencia de sus actuaciones se justifican solo ante la voluntad del poder despojado de reservas o límites y por otros enmascaramientos de las reales intenciones que guarda quien lo ejerce.
Desde el Mal Contento, se dibujaba un territorio entre nuestras fronteras, que muchas veces no queríamos reconocer como el nuestro, una orografía aspera y grosera, que en algunos casos parecía simplificar nuestra compleja realidad.
Hoy, es seguido hasta la puerta, tirado afuera, con un letrero que dice no vuelva sin avisar...
Realmente fue tirado afuera por lo que escribe, mas que por esa que es una causa aparente, fue expulsado para que miremos a otro lado, mientras en las calles de nuestra realidad la ficción cobra vida, engañando y complaciendo a quienes no tienen país al que regresar, ni tiempo para esperar.
La señal de los tiempos que estamos viviendo no nos gusta, porque resquebraja la frágil democracia y las instituciones del Estado de Derecho, que hoy está en mano de una autocracia que nos gobierna con el rasero de las encuestas de opinión, que ha sabido mover fichas, contando con un séquito de funcionarios creídos en que el debido proceso es materia exclusiva de interpretación personal, siempre supeditada a los designios de quien está sentado en el trono del poder.
Entonces los irreverentes y descomedidos son los sujetos pasivos del poder, quienes no han querido comprender que decir si señor juez, corregidor, fiscal, policía, ministro, presidente, cualquiera sea el agente del órgano represor, es la única salida evidente, sin que esto nos cueste hasta los dientes.
Paraje peligroso el que atravesamos, hay quienes han perdido hasta los dientes y cuando los que no tienen nada que perder cada día son más, en un país que parece un bazar, se ponen las bardas en remojo, porque aunque parezcan lejanas las de los vecinos que están ardiendo, es común que no hay mal que dure cien años. Lo cierto es que tecnológicamente podrán correr el tiempo que dure la autocracia, bajo la idea de que la razón la tiene el dueño de quien amenaza con el tolete, pero no podrán esconderse.
Volviendo al Mal Contento, éste seguirá existiendo, sea en esta autocracia o en un raro exilio a su propio reino, seguirá escribiendo y diciendo, desde allá todo lo que conoce de acá, todo esto en tiempo real, sin considerar la diferencia de horario, que para eso están las redes sociales y las páginas que circulan por el espacio sin dueños que no sean dedos libertarios.